La Santidad de Dios

La Santidad de Dios

Mario Barceló

La obra más conocida de R.C. Sproul

Introducción

Encaro esta reseña con temor reverente. Y es así por dos motivos: el tema y el autor. El tema es la santidad de Dios. Un tema bastante desconocido en cuanto a su profundidad. El autor es R.C. Sproul, mi maestro de la Biblia favorito.

Propuesta

Sproul nos presenta el tema empezando desde una experiencia personal de la santidad de Dios, siguiendo con las experiencias de otros personajes de la Biblia con el Dios santo. La Escritura solo eleva un atributo de Dios al tercer grado. Solo una característica de Dios se menciona tres veces seguidas: su santidad. La razón de esto la encontramos en su importancia. Dios es santo, yo no, y tú tampoco. Eso lo sabían bien Isaías y Moisés. Y eso es un gran problema, o mejor dicho, es EL problema. Dios es puro, perfecto, apartado, sublime, sin mancha… y yo no. Yo soy pecador, abominable y enemigo directo de Dios. ¿Cómo podré permanecer ante Él? «Tú, temible eres tú; ¿Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira?» -Salmos 76:7

5 puntos a destacar

El libro es una montaña rusa en la que somos llevados continuamente de nuestra cómoda fragilidad terrenal a las alturas, donde contemplamos sin aliento la grandeza del único Dios verdadero. De lo alto bajamos de nuevo y nos maravillamos del contraste entre nosotros y El Santo.

Comparto algunos puntos que destaco y/o me han llamado la atención.

1. No podemos conocer la grandeza de Dios sin conocer su santidad

Este pensamiento va creciendo conforme avanzas en la lectura. Te preguntas cómo no conocías tan profundamente acerca de la santidad de Dios con los crucial que es. Y es así. Cuando se presentan los relatos de Isaías o Moisés ya los empiezas a ver de otra manera. Los redescubres. Y aprendes más acerca de Dios y de ti. Aprendes también acerca de ti porque cuanto más ves a Dios y su santidad más pequeño y malvado te ves a ti. Creo que a veces decimos muy a la ligera que somos pecadores y pasamos rápidamente a la buena noticia del Evangelio. Nos quedamos demasiado cortos en aclarar lo que significa ser pecador. Ese es el siguiente punto.

2. El pecado es una traición cósmica.

Si miramos nuestro pecado por sí solo podemos autoengañarnos quitándole hierro al asunto. Pero eso no funciona así. Debemos poner nuestro pecado delante de la pureza, santidad, justicia y perfección de Dios. Hasta ahí incluso parece que el pecado es un ente ajeno a nosotros, pero no. Estamos sosteniendo nuestro pecado mientras miramos a Dios a los ojos, jactándonos y desafiándolo. Necesitamos entender la gravedad del pecado a la luz de la santidad de Dios. De no ser así no entenderemos la justicia De Dios, la no justicia De Dios y la misericordia De Dios.

3. Pensamos que Dios nos debe misericordia

Me encanta como Sproul ilustra esto. Y es que él dice que no realmente no nos sorprende que Dios nos haya redimido. «Muy en el fondo, en las cámaras secretas de nuestros corazones, albergamos la idea de que Dios nos debe su misericordia». Y esto se revela cuando nos sorprende la justicia de Dios. Cuando Dios aplica su santa e impecable justicia a los pecadores en la Biblia nos sentimos tentados a pensar -aunque sea por una milésima de segundo- ¿Por qué un castigo tan cruel? ¿Hacía falta?». Nadab y Abiú «abusaron de la confianza hasta llegar a insultar la majestad de Dios» ofreciendo fuego extraño que Dios nunca les mandó. Uza fue arrogante tocando el arca cuando no debía hacerlo, ya que solo lo podían hacer los hijos de Coat (Números 7:6-9). Y hay más ejemplos bíblicos en el libro. Si de algún modo nos entristecemos por estos acontecimientos no comprendemos lo suficiente la naturaleza y gravedad del pecado y la santidad de Dios. Cuando leí este tipo de sucesos por primera vez sentí injusticia por parte de Dios. Aún a día de hoy es chocante para mí. Pero la clave es no alzar el puño al aire contra Dios, sino llevar el puño al pecho y clamar «Pobre de mí, pecador». Es crucial tener un buen entendimiento del pecado del hombre y la santidad de Dios. Afecta demasiado a tu cosmovisión bíblica. Pero Dios no termina ahí.

4. Cristo, el Santo

Siendo yo pecador y Dios santo, ¿qué podré hacer? Ya lo sabemos: nada. La única manera de que el justo exterminio no caiga sobre mí es satisfaciendo la justa ira de Dios. Pero yo no puedo ya que soy pecador desde que nací. Y toda mi vida he vivido mirándole a los ojos a Dios, desafiándole y despreciándole. Viviendo contra Él. Según lo que hemos comentado lo que nos merecemos sin duda alguno es que Dios, como mínimo, haga con nosotros lo mismo que a Nadab, Abiú y Uza. Eso sería aplicar justicia. Pero Dios no siempre actúa con justicia. ¿Cómo? Dios actúa o con justicia o con misericordia. Nunca con injusticia. La misericordia es «no justicia», pero no injusticia. O Dios te da lo que te mereces por tu pecado (aplicando justicia) o te da lo que no mereces (aplicando misericordia). La única manera de que Dios nos aplicara misericordia es que alguien ajeno a nosotros satisficiera su ira. Alguien que nunca hubiera pecado. Alguien perfecto. Alguien santo. Cristo. Cristo en la cruz recibe nuestro pecado y es aplastado por la justicia y la ira del Dios Santo. Pero eso no queda ahí. Cristo nos traspasa su justicia, sus méritos, su vida perfecta, su obediencia… Solo así somos aceptados ante Dios. La vida perfecta de Cristo y su justicia son traspasadas a mi cuenta, y de este modo puedo estar delante del Dios santo. Dios aplicó justicia castigando a Jesús llevando mis pecados, y Dios aplicó pura gracia y misericordia salvándome a mí, pecador. «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.» – 2 Cor. 5:21 Quiera el Señor que al descubrir y redescubrir la gracia de Dios en nuestra vida nos regocijemos en Él, porque ya no somos más sus enemigos, sino sus hijos gracias a la obra redentora de Cristo.

Citas destacadas

Comparto 3 citas que destaco especialmente del libro:

  • «La manera en que entendemos la persona y el carácter de Dios el Padre afecta cada aspecto de nuestras vidas.» (Página 14)
  • «El pecado más pequeño es pecado contra toda la ley. La ley es nuestro estándar de santidad. En nuestra más mínima transgresión pecamos contra ese estándar y violamos el llamado a la santidad.» (Página 183)
  • «No podemos comenzar a entender la misericordia divina hasta que no tengamos cierta comprensión de la justicia divina.» (Página 117)
  • «Si alguna vez alguien ha tenido razón para quejarse por una injusticia, ese es Jesús. Él fue el único hombre inocente castigado por Dios. Si tropezamos con la ira de Dios, mejor tropecemos con la cruz. Aquí es donde debe enfocarse nuestro asombro. Si tenemos algún motivo de indignación moral, que sea dirigido al Gólgota. La cruz fue el más horrible ejemplo de la ira de Dios y también el más hermoso. Fue el acto más justo y misericordioso de la historia.» (Página 131)
  • «Necesitamos ser personas cuyas vidas han cambiado porque nuestras mentes han cambiado. La verdadera transformación viene al obtener un nuevo entendimiento de Dios, de nosotros mismos y del mundo. Lo que buscamos en última instancia es ser conformados a la imagen de Cristo.» (Página 177)

Recomendación

La Santidad de Dios de R.C. Sproul se lo recomiendo a cualquier hermano. La necesidad de aprender más sobre Dios Padre, su santidad y nuestro pecado es tan grande y este libro es tan bueno que es de esos (pocos) para leer una vez al año y tener más de una copia para regalar. Es fácil de leer, pero recomiendo leerlo detenidamente. Reflexiona sobre cada idea, mastícalo bien, anota, ten lápiz y libreta a mano y tu Biblia abierta. Será inevitable bucear en las Escrituras y escribir lo que vas aprendiendo. Además, Sproul va comentando diferentes temas y aspectos de una manera no tan líneal como yo me hubiera imaginado. Eso no quiere decir que esté mal ni bien, es simplemente un hecho. Te lo comparto para que lo tengas en cuenta. Dicho esto, es clásico imprescindible. Hazte con una copia y disfruta.

Nivel (1-5)

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